Paseando por Cartagena de la mano de San Pedro Claver: el esclavo de los esclavos que venció la esclavitud del poder
Estar con San Pedro Claver hace cuatro siglos para los esclavos era un momento de libertad y de sublimidad. En pleno siglo XXI, la diversidad sigue siendo atacada por los que creen que tienen el poder y que no son libres por su adicción a la prepotencia.
Texto y fotos: Iván Coello, Pirotesta Sepia Fotografía
Hace unos días en Cali recibí una amenaza
producto de la intolerancia. En un acto que me pareció perverso, alguien a
quien no le gustó que yo expresara a veces términos del dialecto caleño en mis
espacios periodísticos, amenazó con sancionar a un colaborador mío que también
tenía un nexo con esta persona, si éste se expresaba en mi espacio periodístico
con lenguaje caleño. En pleno siglo XXI esto es un atentado contra la
humanidad, es un verdadero oprobio contra los derechos humanos, es lo que se conoce como bullying.
Mientras paseaba por Cartagena, me acordaba de
otros tiempos, en los que los blancos invasores, armados hasta los dientes,
abusaban de personas pacíficas desarmadas con otro color de piel. Eran blancos
esclavos del poder, esclavos de los lujos, esclavos de la pereza y el abuso
hacia los negros del África con quienes traficaban.
Para estos abusivos esclavistas, violadores de
la humanidad, el negro no debía tener poder ni ser gente por ser de diferente
color de piel. Aquel negro que a futuro crearía la música más complicada e
inteligente del mundo: el blues y el jazz..., o la más alegre, que es la salsa,
aquel negro que sería el líder del mundo en la potencia más poderosa, para esos
tiempos…, aquel negro, era vendido en una plaza de mercado en Cartagena por los
más viles y perversos seres del reino animal: los esclavistas. "No debes
hablar africano", le decía un esclavista blanco a una torturada bella
mujer negra, "porque eso no te hace gente". Y le seguía diciendo,
"debes entender que si hablas diferente, eres un animal. Si tocas un
tambor, si hablas africano, si no te haces entender como yo quiero, serás
castigada con azotes hasta la muerte". Lo peor fue cuando los esclavistas
abusivos con su poder le quisieron hacer creer a los esclavos que eran como
amos, los únicos dueños de la razón y la verdad. Era la irracionalidad, que
como un sofisma se vendía como la supuesta verdadera forma de ser y del ser. Muchos
eran de Malí, donde está la biblioteca existente más antigua del mundo. Otros,
como los ascendientes del cartagenero cantante Joe Arroyo, eran de Senegal. La
bella ciudad de ahora, fue contruida a punta de latigazos y muertes de negros
que no tuvieron oportunidades de una vida digna.
San Pedro Claver, defensor de los derechos
humanos y de los esclavos, contra los abusos de aquellos Caínes genocidas que
se servían del trabajo gratuito, el cura español San Pedro Claver, que no
soportaba las injusticias y reaccionaba, era aquel que se decía en Cartagena el
esclavo de los esclavos. Exigió respeto y libertad para con ellos y se volvió
otro esclavo para servirlos, curarles sus llagas y mostrarles que en medio de
todo lo malo ellos eran lo bueno y lo mejor de la humanidad, cual Cristos
crucificados para redimir al mundo. El se interponía ante los azotes de los
esclavistas, que ni siquiera respetaban a veces su jerarquía eclesial. El
asunto para él no era convertirlos para que piensen como él. Claver, tenía y
sabía que ellos siendo diferentes hacían parte de la maravilla de diversidad y
belleza que Dios creó en un mundo y que los conquistadores sólo veían en blanco
y negro. Su convento jesuita se convirtió en una zona de protección de
humanidad para estos hombres y estas mujeres que forjarían la cultura
colombiana, aquella de ser felices en los momentos libres, de ser generosos, de
ponerle color a la vida. Jaime García Márquez, hermano del Premio Nóbel,
Gabriel García Márquez, me contaba en Cartagena que su hermano decía que la
gente en el Caribe de América era igual y hablaba en el mismo idioma y
dialecto. "Que era lo mismo un cubano, que un cartagenero, porque hablan
igual y se visten igual por la sangre negra que corre en sus venas".
"Por eso mi hermano se sentía en casa en Cartagena, como en La Habana o cualquier isla del
Caribe".
Caminando por Cartagena, vi la estatua de San
Pedro Claver al pie de la iglesia y el convento donde el protegía a los
esclavos. Me imaginaba como era para los esclavos el sentirse libres en el alma
caminando con este piadoso hombre bueno, mostrándoles el libre paraíso de lo
maravilloso, el libre paraíso de saber que se tiene vida, y de existir y
respirar, alimentando la esperanza de que sus descendientes tarde o temprano
serían libres. Mientras tanto en Perú un negro mulato llega a ser fraile
dominico, sin imaginar que sería el personaje más importante de la historia de
aquella nación convirtiéndose en el consejero del Virrey; el futuro santo San
Martín de Porres, barrendero y barbero del convento... Todavía no entendía yo
como en febrero del 2013 recién se abolió la esclavitud por ley en el estado de
Misisipi en Estados Unidos. Según la ley de aquel estado, la esclavitud seguía
vigente y gracias a la película Lincoln encontraron este absurdo estatuto para
abolirlo después de 147 años de libertad de los negros en Estados Unidos.
Me imaginé a San Pedro Claver diciéndole a un
esclavo, "Mira al fondo: la catedral de Cartagena, algún día tus
descendientes serán los dueños de esta ciudad, y caminarán libremente, con sus
colores de Dios, con su belleza llena de matices y alegría".
Seguí a una mujer negra palenquera por ese
rumbo acordándome de ese posible momento hace cuatro siglos y la capté en unas
imágenes que ya con la edición me ayudarían a encontrar una identidad que yo
calificaría como "Impresionismo Fotográfico Sepia". Me pasó algo
raro, hice unos acercamientos y me encontré con un fondo divino. Un callejón
que se pierde en los siglos. Por eso acerqué más mi objetivo cortando en la
edición la foto hasta lograr y descubrir una ventana al pasado que está muy
presente en nuestros tiempos en la bella Cartagena de Indias.